Si combinamos un poco de levadura de cerveza con un gen de una planta de saladar y lo cultivamos con una bacteria poco conocida, encontrada en un vertedero francès, tendremos un modo barato y renovable para impulsar los coches.
En teoría, los biocombustibles derivados de las plantas pueden ser una fuente de energía neutra, pero muchos de ellos desplazan también a los cultivos alimentarios. Fabricarlos a partir de celulosa –un material estructural abundante en los residuos de cultivos y en la hierba– puede resolver este problema, pero apenas hay procesos eficaces para hacerlo.
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